Dime a que sabrán otros besos después de probar estos, si no es a absurdo rosa prefabricado...
Navegaba en un barco vagabundo en medio de una tormenta. El barco era viejo, con hoyos por todas partes, tenia graffiti estilo new york en el casco y encima de ese desastre flotante, me encontraba totalmente solo con mi rata mascota. Un bucanero borracho de whisky (no de ron), con pocas provisiones y algo cansado por cargar con todo un barco entero en el vuelo barrancoso de sus débiles alas maltrechas.
Cuando pensaba desistir (de nuevo), abandonar y tirarme a mi suerte (aunque ya antes lo había hecho y no cogía muy bien la muy zorra), mientras me seguía emborrachando con lo que quedaba de dieciocho años, un trueno me enseño al horizonte una cadena de islas, demasiado separadas para llegar nadando pero suficientemente contiguas para ir navegando a cualquiera que decidiese en ese momento.
Una, lucía algo rara, como surreal, era la más cercana. La de la derecha, se veía algo oscura, con un risco estilo película de horror casi en forma de cráneo, algo indómita, algo oculta, algo oscura. La tercer isla se encontraba bastante lejos, con finta de paradisiaca, los nubarrones se alcanzaban a distinguir escasos en esa área, era la más lejana de la cadena rocosa.
Como es de suponerse, olvide la idea de ir a la primera, demasiado normal el surrealismo, lo ultrabarroco para este pirata de barba azul. La paradisiaca, la verdad que no es lo que buscaba en ese momento, demasiado fácil ir por lo más difícil. Escogí las de distancia media, la de logro mediocre, la que mas llamaba mi atención por las aventuras que podrían facilitarse...
Mala decisión, encalle, di contra una roca oculta por las turbias aguas del arrecife costero.
Ahora años, meses, días después, no se, eme aquí enamorado de una tierra tan árida, que plantar algo seria idea de locos (locos de otra clase no de la mía), con peligrosos nativos que esquivar, continuos derrumbes, temblores ocasionales, maremotos salvajes y sin embargo, hacía años que no me sentía en casa...
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